Fototgrafía: Jammie Ramos para Delmondi®
¿Te ha pasado que cuando visitas un lugar, en cualquier rincón del planeta, no puedes evitar indagar por el “plato típico”?
Arriesgarte a probar te deja un momento inolvidable, sea por un sabor que te sorprende gratamente o no. En este punto, es interesante pensar que en cada lugar del mundo existe un tipo de salchicha y gracias a su versatilidad, sus características varían de un lugar a otro.
Origen y Evolución de la Salchicha
La salchicha probablemente es el alimento más antiguo del mundo. En Babilona la preparaban hace 2000 A.C. Rellenaban las tripas de un animal con carnes especiadas, ataban sus puntas y las cocinaban directamente al fuego.
En la Antigua Grecia amaban los embutidos, hecho que se evidencia en los relatos de Homero a Aristófanes. A los griegos les apasionaba tanto la cocina que, junto a la lista de las siete maravillas del mundo, los siete sabios de Grecia también alardeaban de los siete cocineros más eminentes de la historia; entre ellos, el gran Aftómates de Corinto, inventor de la morcilla o Ariston de Corinto, máximo cocinero en su tiempo, creador de banquetes e inventor de guisos exóticos.
En la Antigua Roma también se comían salchichas, principalmente elaboradas de cerdo. Curiosamente Plinio cuenta las polémicas que existían entre romanos sobre si era mejor la cerda estéril o parida. Los romanos desarrollaron la charcutería. Con el intestino ciego relleno de carne hacían una salchicha gruesa, mientras que del intestino delgado lograban una salchicha fina. Elaboraron la mortadela y la morcilla, los jamones de Hispania, sobre todo de Pamplona que también se vendían en Roma.
En la Edad Media la salchicha se elaboraba de forma similar a la manera de cocinar que tenían los griegos y los romanos, con algunas variaciones en grosor y condimentos, los cuales en ocasiones eran muy importantes para tapar el sabor de la mala calidad de las carnes en aquella época. La elaboración de la salchicha medieval evolucionó en varias formas. Las recetas transmitidas de generación en generación constituían un gran secreto, si alguien robaba una receta cometía un grave delito, considerado como un deshonor tan serio que incluía perder la licencia para ejercer el oficio de carnicero.